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Fortaleza y fe en medio de las pruebas
Recibir un diagnóstico médico asegurando que mi hija tenía una enfermedad neurológica con trastorno en sus neurotransmisores y que toda su adolescencia y adultez estaría bajo medicación fue una de las noticias más desgarradoras que viví, sobre todo cuando había la posibilidad de que en algún momento tendría que recibir ayuda profesional lejos de su familia en un Centro Especializado.
Soy madre de 3 hijos maravillosos, he pasado más de media vida (20 años) saboreando las bendiciones de Dios como discípula de Jesús. Ser madre ha sido y será una gran bendición, hubo un tiempo que me pasaba días leyendo libros de crianza de hijos porque ya había escuchado que la etapa de la adolescencia era retante, según yo me estaba preparando y preparándoles para el "futuro". Al llegar la adolescencia de mi hija mayor me vi frente a un torbellino de situaciones que humanamente no podía resolver, rebeldía, necedad y hasta incredulidad, y me preguntaba ¿Cómo puede ser que mi hija, que creció en su Reino, rodeada de gente maravillosa actuara así? Y la pregunta más dolorosa ¿Porqué mi hija no ama Dios? Y me di cuenta que me encontraba en una batalla espiritual, la batalla por el alma de mi hija. Fueron tiempos que junto con mi esposo, que gracias a Dios es discípulo, orábamos y ayunamos pero las cosas no cambiaban sino que empeoraban ya que se sumó la enfermedad en plena adolescencia. El cuadro de su enfermedad se agravó ya que una de las características de esta enfermedad era el suicidio, los médicos nos sugirieron guardar todo lo punzante, tijeras, medicamentos y cuidarla mucho. Recuerdo el día que seguí el consejo de los médicos lloraba desconsoladamente guardando cuchillos, agujas, tijeras y todo lo punzante, me vi en medio de una película de terror, por momentos no podía asimilar lo que estaba sucediendo. Hubieron muchos cambios en nuestras vidas, uno de ellos fue dejar de liderar el Ministerio de Jóvenes y en ese preciso momento estábamos organizando el primer retiro Internacional de Ecuador, un sueño de hace 2 años atrás que por fin se estaba haciendo realidad, entendimos que teníamos una gran prioridad y era la de cuidar a nuestra hija, pero admito fue doloroso. Otro de los cambios fue dormir toda la familia junta, ya que mis otros dos hijos que presenciaban todo lo que sucedía no querían estar solos por las noches así que lo hicimos por varios meses, debo admitir que tuve mucho miedo y estuve al borde de la depresión, así que decidí leer el libro de los Salmos, libro que ahora es mi favorito, mis oraciones eran como las del Rey David, de ruego, de súplica, de queja, de aceptación. Fueron tiempos de mucho dolor y tristeza, sobre todo la noche en que mi hija se encontraba luchando entre la vida y la muerte en urgencias de un hospital, creo que aquel día fue el que más lloré en toda mi vida, es inexplicable describir el inmenso dolor que sentí al pensar que no volvería a verla con vida, saber que mi hija no solo no amaba a Dios sino que ya ni siquiera quería vivir pues intentó quitarse la vida, era desgarrador. Por la gracia de Dios se salvó, después de aquella noche no fui la misma, se los aseguro, pero no solo yo sino también mi hija, así es, al volver en sí y estar en conciencia plena entendió la gran oportunidad que Dios le estaba dando de seguir viviendo. Después del alta médica la seguimos cuidando según nos aconsejaban los médicos, continuaron los síntomas de su enfermedad convulsiones perdía la razón, desmayos, en una ocasión salió del auto en plena ciudad y no supimos de ella hasta el anochecer.
Poco a poco vimos como Dios se iba glorificando en su salud. Dios dispuso medios naturales para tratar su desfase de neurotransmisores de su cerebro hasta el punto de que funcionen de manera correcta dejando así en su totalidad el consumo de medicinas. Se convirtió en una de las mejores estudiantes de su clase, Dios empezó a bendecirle y a obrar en gran manera. Un día se bautizó su mejor a amiga y la vi muy feliz por tal acontecimiento y desde aquel día supe que el corazón de mi hija estaba siendo conquistado por su Creador, simplemente lo supe, y decidió estudiar la Biblia e ir continuamente al Ministerio de Jóvenes.
Hoy en día las cosas han cambiado en gran manera, es feliz y tiene sueños, y lo que más me da felicidad es que hace 3 días la bauticé, así es, Dios cautivó su corazón y ahora puedo verla cómo disfruta del amor y la gracia de Dios.
Eclesiastés 11:5-6
Así como no sabes por dónde va el viento ni cómo se forma el niño en el vientre de la madre, tampoco entiendes la obra de Dios, creador de todas las cosas.
Dios obra de maneras que no entendemos pero todo siempre tendrá un sentido, gracias a esta prueba vivida, estoy realmente convencida de que al depositar en Dios todas las angustias y ansiedades, la paz de Dios es garantizada. (Filipenses4:6-7) He leído muchas veces la escritura, pero ponerla en práctica en el momento que lo amerita me ha llenado de tanta convicción, y podría mencionar muchas escrituras más.
Sin duda todo lo que vivimos fue una prueba espiritual para toda la familia, una batalla que jamás olvidaremos, sobre todo porque Dios salió victorioso. Quiero agradecer a todos los hermanos que nos acompañaron en esa dura prueba (ellos saben quienes son) pero en especial a una pareja que dejó huellas de amor en nuestros corazones, Steve y Diane Brown que con su fe, amor y la deliciosa comida de Diane, supieron ayudarnos en aquellos momentos de angustia y dolor. Infinitas Gracias. Por último sólo me queda decir: DIOS ES BUENO Y FIEL.
¡¡A DIOS LA GLORIA Y LA HONRA!!
Soledad Álvarez – Discípula de la Iglesia de Quito-Ecuador
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