No es mi batalla, es la del Señor
Por Olivia Hudson
Imagina que estás disfrutando de la vida; estás en un viaje fantástico. Estás relajada, agradecida de haber abandonado tu mentalidad pesimista y catastrófica, producto de tu infancia impredecible. Cuando algo terrible pasa, en lugar de preocuparte, oras recordando Romanos 3:28, el cual lo has sellado en tu corazón. "Dios obra por el bien de los que le aman". Te preocupas menos cuando algo inesperado pasa. Sabes que es parte de la vida.
Así me sentí hace cinco años hasta que recordé que nunca debo sentirme “cómoda” en mi caminar con Dios porque el enemigo es como un león al acecho que busca a alguien a quien devorar (1 Pedro 5: 8).
Me sentía bien, usada por Dios de formas que nunca imaginé, viajando a lugares y hablando con numerosos grupos de mujeres. Practicando Lucas 22: 31-32. Fortaleciendo y animando a mis hermanas en Cristo en diferentes partes del mundo. Planeaba visitar a mi amiga Jannett en San Diego. Ella me preguntó si estaba bien que compartiera un devocional para las hermanas de habla hispana y vender copias de mis libros. Algunas de las hermanas allí ya me conocían. Una vez que acepté y ella obtuvo el visto bueno, seguimos adelante con el plan. Esto fue emocionante. Sería mi primer "evento" en los Estados Unidos y fue especial porque iba a ser en el lugar donde decidí ser discípula de Jesús en 1996. El tiempo fue en la casa de una hermana con un grupo de unas 25 mujeres, pero para mí, fue un dulce regalo de Dios. Todo estaba arreglado, el devocional preparado, y ahora estaba esperando que llegara el día.
Unas semanas antes de mi viaje para hablar en San Diego, mi padre declinó física y mentalmente. Él tiene esquizofrenia. Mi tío llamó y dijo, "tu papá no se ve bien". El tono de su voz era alarmante. Reservé un vuelo para ir a mi país de origen esa semana. Mi tío encontró a mi papá acostado en la cama como si fuese un cadáver.
De camino a Panamá, honestamente creí que iba a ser la última vez que vería a mi papá. Quería que supiera que lo amaba.
Cuando vi a mi papá, lloré por dentro. Nunca lo había visto así. Hablamos, y durante nuestro tiempo juntos, tuvo un cambio milagroso. Viví un milagro ese fin de semana con mi papá. El aceptó ser admitido en un centro de tratamiento residencial. Su psiquiatra llenaría el papeleo necesario para admitirlo el lunes. Ella estaba de vacaciones. Regresé a mi hogar en Virginia. Esto fue un domingo. Iba a ser admitido al día siguiente. Me sentí agradecida con Dios de cómo salió todo, y el ritmo al que iban las cosas.
El lunes por la mañana hablé con mi papá. Todavía estaba de acuerdo con ser admitido. Llamé a la doctora. Ella no contestó el teléfono. Finalmente me contestó su hijo con una triste noticia. La doctora había fallecido regresando de sus vacaciones. Yo no lo podía creer. Sentí mucha pena por la familia. También sabía que esto significaba que mi papá no sería admitido ese día. Él confía en muy pocas personas y había visto a esta doctora durante más de 30 años. Lograr que confiara en un nuevo médico sería casi imposible.
No quería contarle sobre la muerte, pero teníamos que buscar un nuevo médico para que pudiera ser admitido. Estaba desconsolado por la noticia y no aceptó ver a un nuevo médico. Con el tiempo, su condición mental empeoró. Tuve muchas noches de insomnio debido a la tristeza que sentía.
Una mañana, me desperté con un mensaje de mi hermana, "Olivia, ¿viste los videos?" ¿Qué videos? le pregunté. Alguien había grabado a mi papá comportándose imprudentemente en las calles de una de las ciudades de mi país de nacimiento, Panamá. Mi corazón sintió un gran peso al ver estos videos. El productor de estos clips escribió cosas horribles sobre mi papá. "Este hombre está loco. Lo dejaron aquí para torturar a nuestra ciudad. Nuestros hijos tienen miedo de salir. Necesita ser admitido en algún lugar. Su familia lo ha abandonado".
En el hilo de comentarios, vi a mis hermanos tratando de razonar con esta persona y dejarle entender que había una perspectiva que ella no veía. Ella se volvió más feroz en sus ataques. Seguí leyendo los hilos de comentarios… otros aportaron ideas similares a los de ellos. Unos cuantos comentaban, “déjenlo tranquilo él no está molestando a nadie, él es un hombre con un estado mental”
Siempre me sentí marginada por la condición de salud mental de mi papá, pero esto era diferente. Estaba en Internet para que todos lo vieran. Mientras leía los comentarios, decidí no responder. Mientras leía, me encontré con la siguiente declaración de ella: "... y su hija, Olivia, está viajando por el mundo ayudando a las mujeres, y ni siquiera puede ayudar a su propio padre". Me quedé mirando el comentario por un momento. La vergüenza, pena y temor que sentí se deslizaron dentro de mí como una loción empapando mi piel. Comencé a responder, explicar, razonar, pedirle que se convirtiera en parte de la solución, pero no tuve éxito en mi intento. Cada comentario fue recibido con "lo que usted o su familia están haciendo, no es lo suficientemente bueno". Esta mujer no tenía idea de cuánto estaba lastimando a mi familia. Ella no me conocía ni sabía qué había hecho yo personalmente para ayudar a mi papá.
Tres meses antes de su video, había viajado a mi país en varias ocasiones. Como familia, tratamos de conseguir ayuda. La familia que vivía cerca de él tampoco logró conseguirle la ayuda que necesitaba. La respuesta era siempre la misma: "a menos que se lastime físicamente a sí mismo o a otra persona, no podemos admitirlo en contra de su voluntad". La única otra opción era que la comunidad se uniera para presentar una petición, y nadie quería aceptar eso.
A medida que los videos publicados cobraron más fuerza y el comentario hecho hacia mi daba vuelta en mi mente. En esto le hice un comentario precipitado a mi esposo. "Claramente, esta mujer me ha estado siguiendo en las redes sociales. No quiero que nadie publique fotos mías en ningún evento. Creo que voy a cancelar mi viaje a San Diego. Siento que me he convertido en un objetivo de Satanás, y NO quiero ser un objetivo. Quiero volver a mi vida normal, sin charlas, ni libros publicados. Desde que Dios me puso en este camino de servir de esta manera a mujeres, mi fe ha sido probada. Quiero volver a mi vida normal".
Mi esposo me abrazó, me secó las lágrimas y luego dijo algo a lo que me aferro hasta el día de hoy: "Cariño, durante toda tu vida, tu papá ha sufrido del desorden mental esquizofrenia. Tus palabras exactas para mí han sido: mi papá es conocido como "El loco". La salud mental de tu padre no es nueva para ti ni para nadie más. ¿Por qué crees que alguien lo graba ahora mismo? ¿Por qué crees que harán un comentario tan específico sobre ti? Si decides esconderte, ¿quién crees que gana esta batalla? ¿Quién crees que está tratando de callarte? No es la mujer que publicó los videos. Puedes elegir esconderte, pero si lo haces, Satanás ganará. Él quiere detener a una mujer que puede tener un impacto tremendo para Dios ". Sus palabras me llevaron a llorar y a pedirle a Dios fuerza porque elegir seguir adelante significaba oficialmente aceptar el entrar en una batalla que no podía ganar, "una batalla espiritual". Entonces decidí decir: Dios lucha por mí. No me esconderé.
Entré en un grupo de Facebook en español que facilito llamado Lágrimas de Alegría, que está formado por mujeres de la Iglesia Internacional de Cristo. Muchas de estas mujeres me habían hospedado como oradora invitada en eventos de mujeres en sus países. Pedí oraciones para mi papá y me fui a dormir agotada.
La mañana después de despertarme me encontré con más de 70 comentarios. Algunas mujeres en el grupo organizaron una cadena de oración, algunas decidieron ayunar para que Dios intervenga en nombre de mi papá. Comentario tras comentario decían: no te preocupes Olivia, Dios no te olvidará.
Ver estos comentarios me hizo llorar y me llenó de valor. Me concentré en conseguir ayuda para mi papá y prepararme para mi viaje a San Diego y, por supuesto, orar por un milagro y la fuerza para rendirme a la voluntad de Dios.
Una persona me dio un consejo muy sabio durante este tiempo. Siempre estaré agradecida con Steve Brand por su consejo. Fue mi coach de vida durante este momento desafiante de mi vida. Él dijo: "Olivia, no respondas más a esta mujer. No tienes que defenderte. Deja de mirar estos videos, sigue haciendo lo que estás haciendo, buscando ayuda para tu papá". Después de muchas lágrimas, decidí seguir su consejo.
Mi papá fue de mal en peor; se puso tan mal que lo encontraron tirado a un lado de la carretera. Parecía que lo habían golpeado. Eso es lo que lo llevó al hospital y finalmente fue admitido. Esto sucedió hace cinco años. Mi papá está actualmente en una instalación residencial y fuera de las calles. Está rendido a la idea de que necesita ser atendido y no puede vivir solo.
A veces el enemigo quiere silenciarnos, pero con Dios podemos reconocer qué está sucediendo. Hay una batalla espiritual en la que participamos queramos reconocerlo o no. Nuestra vida en este mundo es temporal. Dios nos diseñó para dejar una huella que haga claro que la mejor decisión que podemos tomar en este mundo es poner nuestra esperanza en Dios. Él va delante de nosotros y pelea nuestras batallas por nosotros. Dios nos hará victoriosas si confiamos en él.