El don de la santidad
Por Carolina Hermida
Tlaxcala, México
En estos tiempos, los cristianos celebramos la venida de Cristo, y ¿qué significa esto?, celebramos en realidad, su encarnación. El Dios único y verdadero adquirió la naturaleza de hombre, naturaleza de siervo. El Eterno, irrumpió en este mundo para nacer de una mujer.
En las narraciones del Evangelio existe un elemento que enfatiza que la venida de Jesús es un suceso agitador de proporciones inmensurables. Tenía que ser así, porque Él no vino a añadir algo extra a nuestra vida, sino a tratar con nuestra insolvencia espiritual y la deuda de nuestro pecado.
¿Por qué Dios se hizo hombre? Entre las razones que nos da Hebreos está la expiación. La expiación era imposible sin la encarnación. Hebreos explica por qué al Hijo de Dios “le era necesario ser semejante a sus hermanos en todo”. Tenía que ser así “a fin de expiar los pecados del pueblo”. (Hebreos 2:17)
Solo la carne y la sangre humanas podían ser un sacrificio y sustituto apropiados. Por eso, el autor de Hebreos escribe:
Entrando (Cristo) en el mundo dice:
“Sacrificio y ofrenda no quisiste,
Más me diste un cuerpo.
Holocausto y expiación es por el pecado
No te agradaron.
Entonces dije: “He aquí, vengo, Dios,
Para hacer tu voluntad,
Como en el rollo del libro está escrito de mí”
Hebreos 10:5-7
El autor de Hebreos cita el Salmo 40:6-8 donde encuentra una exclamación profética que encuentra adecuada para el Hijo de Dios para el tiempo de la encarnación.
Y en esa voluntad, explica el autor de Hebreos:
“...somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre”. Hebreos 10:10
¡Jesús se ofreció a sí mismo como la expiación sustitutoria! Detengámonos aquí por un momento, en esta verdad maravillosa, en este acto de amor tan hermoso, adoremos y alabemos a nuestro Señor por ello. ¿Lo puedes ver? Sin la encarnación no podía haber expiación. Querida hermana, Cristo tomó nuestra naturaleza para cargar con nuestro castigo. Solo así podemos estar en paz con Dios. Cristo con su venida nos ha dado el regalo de la santidad: somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Cristo.
Estamos en una sociedad que no se detiene, estamos atrapadas en la vorágine del trabajo y de la velocidad, todo urge, estamos saturadas, incluso podemos estar muy ocupadas en el ministerio. Sin embargo hoy tenemos la oportunidad de detenernos del caos y contemplar. Esto es un acto contracultura, aún dentro de la iglesia, sin embargo, querida hermana, necesitamos pasar más tiempo contemplando la asombrosa belleza de nuestro Señor, para exclamar al igual que el salmista:
“Una cosa he demandado a Jehová, esta buscaré;
que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida,
Para contemplar la hermosura de Jehová…”
Salmo 27:4
Llegamos a ser lo que contemplamos. Ya sea de manera pasiva o activa, llegamos a conformarnos al patrón al que le dedicamos la mayor parte del tiempo.
Me encanta visitar museos y galerías de arte, en algunas de las obras se coloca una banca para que te sientes y contemples. Mires con detenimiento, aprecies los detalles, los elementos estéticos; sin prisa, te detengas, contemples. Y qué más digno de contemplar que la belleza de las perfecciones de Nuestro Dios.
Este mes de diciembre es una oportunidad para meditar y contemplar la obra y la persona de Nuestro Señor y Salvador Jesucristo. ¿Y dónde podemos hacer esto?, ¿cómo lo podemos hacer? Nuestro estudio diligente y anhelante de las Escrituras es la respuesta. Este año he estudiado la literatura juanina, el evangelio de Juan, las 3 epístolas y Apocalipsis. Juan Calvino comentó que mientras los Evangelios sinópticos nos muestran el cuerpo de Cristo, Juan nos muestra su alma. Este estudio ha transformado mi corazón, al contemplar el corazón de Cristo. Su corazón manso y humilde. Su Palabra es el instrumento de santificación, que nos transforma, Cristo en la oración sacerdotal, intercede por nosotros: “Santífícalos en tu verdad; tu palabra es verdad”. (Juan 17:17)
Hay solo dos posibilidades en esta vida: ser conformado a la imagen de Dios o ser conformado al patrón de este mundo.
Preguntas de reflexión:
-
¿Sobre qué está puesta tu mirada?
-
¿Qué es lo que estás contemplando?
“A la iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesuscristo…”
1 Corintios 1:2
Desafío:
Este fin de año tengamos un tiempo de gratitud porque hemos recibido el regalo de la santidad, somos llamados santificados y santos, gracias a nuestro Señor Jesucristo. ¡Gocémonos en Él!
Biografía de la autora:
Mi nombre es Carolina Hermida, fue salvada por Cristo en 1988, en mi primer año de la universidad en la Ciudad de México. Me casé en el campo misionero con mi esposo Oscar Figueroa en el 2008. Hemos sido misioneros en las ciudades de Mérida, Cancún y Culiacán. Fuimos nombrados maestros de la Biblia en la Ciudad de México en el 2018 y desde el 2019 servimos en la Iglesia de Tlaxcala, México.
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